Dos visiones del paisaje urbano: el Guggenheim y el Kursaal
- lorenaruiz46
- Dec 10
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La comparación entre el Guggenheim de Bilbao y el Kursaal de San Sebastián permite reflexionar sobre dos maneras muy distintas de entender la arquitectura contemporánea: una centrada en la espectacularidad formal, y la otra en la integración cuidadosa con el lugar. Ambas obras surgen en contextos urbanos similares —ciudades del País Vasco que buscaban transformarse culturalmente— pero sus respuestas arquitectónicas son radicalmente distintas. Mientras el Guggenheim apuesta por un lenguaje escultural y llamativo, el Kursaal se inclina por un orden geométrico más sobrio y silencioso. Esta diferencia revela dos aproximaciones sobre cómo “surfacing”, “ordering” y “authorship” pueden definir la identidad de un edificio y su impacto en la ciudad.
El vídeo sobre el Guggenheim, presentado por el arquitecto y crítico Luis Fernández-Galiano, describe cómo la obra de Frank Gehry se convirtió en un símbolo global de la transformación urbana de Bilbao. Sus formas curvas, revestidas de titanio, fueron posibles gracias al uso del software CATIA, una tecnología tomada de la industria aeronáutica. Este edificio no pretende pasar desapercibido. Su presencia es una declaración visual que busca emocionar, sorprender y atraer. El Guggenheim es un ejemplo claro de “surfacing” entendido como piel expresiva, donde la envolvente se vuelve protagonista y el edificio se percibe casi como una escultura monumental. Gehry imprime un sello personal reconocible, convirtiendo la obra en un ícono de la arquitectura y espectáculo de finales del siglo XX.
En contraste, el documental Elogio de la Luz presenta el Kursaal a través de la mirada de Rafael Moneo, cuyo enfoque arquitectónico se diferencia profundamente del de Gehry. Ubicado en San Sebastián, el Kursaal se compone de dos volúmenes prismáticos que Moneo describe como “dos rocas varadas”, un gesto que responde al paisaje natural y urbano sin buscar imponerse a él. Aquí, “ordering” adquiere un papel central: la geometría es precisa, los materiales son sobrios y la luz se convierte en un elemento estructural que construye la atmósfera interior. A diferencia del Guggenheim, cuyo impacto visual es inmediato, el Kursaal se revela lentamente, invitando a una lectura más pausada. Moneo se manifiesta de forma más discreta, privilegiando el diálogo con el lugar por encima del protagonismo formal.
Comparar estas dos obras muestra cómo la arquitectura contemporánea puede responder de maneras opuestas a un mismo objetivo: transformar la ciudad mediante un edificio cultural. El Guggenheim lo hace desde la espectacularidad, usando la piel y la forma como herramientas de atracción, mientras que el Kursaal apuesta por el orden, la luz y la integración contextual. Ambos proyectos funcionan, pero lo hacen desde lógicas diferentes de autoría y presencia urbana. Esta comparación demuestra que no existe una única manera de hacer arquitectura significativa: puede surgir desde el gesto poderoso y escultórico, o desde la claridad silenciosa y racional. En ambos casos, lo importante es la capacidad del edificio para conectar con su entorno y generar nuevas formas de habitar y mirar la ciudad.




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