Gaudí y Mies van der Rohe frente al espacio y la materia
- lorenaruiz46
- Dec 10
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Estudiar juntos a Gaudí y Mies van der Rohe en clase nos permitió ver que la arquitectura moderna no es un bloque homogéneo, sino un campo de tensiones entre visiones muy distintas. Ambos buscaron transformar la forma de habitar y construir, pero lo hicieron desde extremos opuestos. Mientras Gaudí recurrió a la materia, la ornamentación y el dinamismo, Mies apostó por la abstracción, la geometría sencilla y la pureza del espacio estructural. Esta dualidad revela que no existe una sola manera correcta de hacer arquitectura moderna. Existen múltiples rutas, todas válidas, que responden a distintas nociones de belleza, función y experiencia.
Para Mies van der Rohe, la arquitectura es esencialmente reducción. Elimina lo superfluo, prioriza lo esencial, usa materiales industriales como acero, vidrio y hormigón para construir espacios claros, abiertos y versátiles. Su célebre obra Pabellón de Barcelona es un ejemplo perfecto de esto. Allí se abandona el muro tradicional, surge un espacio fluido definido por planos de vidrio y columnas delgadas, lo que permite que la luz, la transparencia y la geometría estructural hablen por sí mismas. Esa estética minimalista y racionalista propone una arquitectura universal, que aspira a adaptarse a distintos contextos, sin depender de ornamentos, simbolismos culturales ni referencias históricas específicas.
En cambio, Gaudí entiende la arquitectura como un espacio vivo, donde la materia se moldea casi como escultura, y la ornamentación, la luz filtrada, las curvas, los mosaicos y la integración con la naturaleza son fundamentales para crear una experiencia emocional, simbólica y sensorial. Sus obras no buscan homogenizar, sino diferenciarse; no aspiran a lo universal, sino a lo evocador, lo particular, lo orgánico. Esa visión convierte cada edificio en un universo singular, cargado de identidad, detalle y dramatismo. Esa apuesta por la singularidad, lo artesanal y lo expresivo, demuestra que la arquitectura también puede ser arte, mito y emoción.
Al comparar a Gaudí y Mies, la clase nos enseñó que la modernidad arquitectónica no implica renunciar a la diversidad, sino celebrarla. Sus diferencias estilísticas evidencian que la arquitectura —más allá de resolver funciones— puede ser una forma de vida, una filosofía material o una búsqueda espiritual. Tanto la sobriedad racional de Mies como la exuberancia orgánica de Gaudí tienen algo que decir sobre el espacio humano. Reconocer esa pluralidad no solo enriquece nuestra comprensión de la historia de la arquitectura, sino que amplía las posibilidades de lo que podemos imaginar y construir hoy.




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